miércoles, 17 de febrero de 2010

HECHIZO DE MAR

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Los gritos se escuchaban desde lejos, no había lugar donde esconderse del lamentable ruido. Sentada junto a la ventana, me puse a contemplar el cielo, las nubes me decían tantas cosas y yo prefería ir relacionando esos ayes con las nubes, creándoles así una historia a cada grito.Por unos instantes me preguntaba aquella historia de los "hechizos del mar" y sólo podía recordarlo a él.

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En los corredores de la casa que dan a un jardín interior hay una pozo en el centro, de donde podemos sacar agua y cuyo sabor es inigualable, con el paso del tiempo vino el cambio del agua entubada, sin embargo seguimos usando esa agua para beber. Es inevitable pensar en esos caminos subterráneos que se comunican y que contienen el conocimiento del sintiempo, agua, agua original.
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Salí al corredor y me tropecé con un juguete, lo levanté y al sentirlo entre mis manos, me volvió el recuerdo de nuevo.Si ahora quisiera cambiar la historia ¿podría acaso, hacerlo de nuevo?Di unos pasos, me acerqué al barandal de herrería pintado de blanco y colgaba de él unas macetas que llenaba el paisaje de colorido, vi el pozo a lo lejos, se acercaba la muchacha a sacar agua del pozo y le grité que me trajera una jarra de agua fresca. A su alrededor se podía oler la historia perdida y los gritos nos invadían de nuevo. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo y yo le hice una seña, que me la subiera. Con un caminar seguro, recorrió los pasillos, saltando los obstáculos y escalando la escalera como gacela.- Seño, ¿quiere que cierre todas las puertas? - No, sólo asómate a ver que pasa.

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Muy calladamente la observe como hacía lo que le había dicho. Recorrí los pasillos, sin atreverme a mirar el segundo piso, sólo daba vueltas y cada vez que me acercaba a las escaleras, suspiraba, y continuaba el camino.Sólo estabamos en esa casa la muchacha, su niño y yo. Nos perdíamos entre tantos cuartos y podíamos jugar a las escondidillas entre tantos pasillos.
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Me alcanzó Juan, su hijo, el niño de los ojos grandes como luceros y su cabello todo revuelto, a sus nueve años, era muy despierto, inquieto y callado, muy callado.- Juan ¿qué haces? - Seño, mi mamá la necesita. - Juan, ¿qué te dije de tus juguetes? - Perdón, yo los guardé todos, como usted me dijo. - Mira lo que me encontré (y le entregué el carro de madera que había encontrado).Tomó su juguete y lo abrazo, daba la impresión que tenía a un niño entre los brazos y que sabe que lo tiene que cuidar. ¿Será por eso que abrazamos las cosas? ¿Quizás sólo repetimos los movimientos? Creo que se nos ha olvidado cuando imitamos y cuando los necesitamos. Te abrazo, plazo del encuentro, unión de brazas, fuego compartido, energía primitiva.
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Todas las palabras fluían y seguían los gritos.Me acerqué a las escaleras con Juan, él se deslizó por ella y yo no podía seguirlo, estaba atrapada por un muro invisible, quería subir y mis pies no me obedecían. Juana se asomó:- Seño venga....Mi corazón se detuvo, la respiración huyo y un sonido sordo me invadió. Estaba inmovilizada, cuando Juana me sacudía con sus brazos y emitía muchas palabras, yo no podía escucharla. Ella estaba muy alterada, muy asustada. Y yo sólo veía en sus ojos: espanto.En ese instante, que pareció una eternidad, me sobrepuse y recuperé mi voluntad, corrí con ella al segundo piso, al cruzar el pasillo vi a Juan y vi también en sus ojos como se le escapaban las lágrimas.
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Ese segundo piso tenía su encanto y su desencanto, y Juan lo sabía, lo vivía. Esos pasillos tan anchos, con ese piso de ladrillos cuadrados me parecía un enorme tablero, los cuartos a su alrededor se comunicaban entre sí, así que parecían galerías de un museo. En las paredes colgaban cuadros de paisajes y retratos, la mayoría pintados con óleo y los menos, acuarelas. También había libreros, y una inmensa cantidad de libros. Las mesas de trabajo que servían de escritorios y las tres esculturas. Volví la mirada hacia Juan. El niño se protegía en esas faldas largas. Y buscando los ojos del niño me encontré con los de Juana. ¿Cómo se parecían sus miradas? Tenían la melancolía y la tristeza encarcelada.
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- Seño... - ¿Qué pasó, Juana? -Seño, Juan lo vio de nuevo y....Se repetía la historia otra vez, y yo me preguntaba porque cada vez que se acerca el santo de Juan, sucede de nuevo. Sentía mi arritmia y ese dolor tan agudo en el estómago, ¿dolor, angustia o ansiedad?Me resistía a escuchar.Los gritos. El hechizo del mar, Y el cuadro de nuevo.Septiembre siempre sempiterno.

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CAPITULO 2."EL HECHIZO DEL MAR"

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Se contaba la historia en el pueblo de aquel hombre que le gustaba el viento, y como le fue ganando las ansias de impregnarse de él. Su sueño era irse al mar, al encuentro del viento salado.
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Todo el pueblo se daba cuenta que después de haberlo visto tan enamorado de Elvira, un día la olvidó. Ella no vivía más sin Tomás, y se fue del pueblo a llorar su desamor. Elvira no entendía como un amor tan entregado se había roto. No podía comprender como él había dejado de quererla en un día. Su desesperación y su dolor la fue ahogando. Sin Tomás su existencia era inútil, Elvira, vida, vira.Tomás, me das, dos más, ¿tomas o me tomas? Me das vida. Dos vidas más destruidas.La vida gira y me tomas. ¿Por qué ahora me dejas? La noche antes del día del olvido, sólo la beso y le dijo adiós. Elvira en ese beso sintió la ausencia y con ese adiós, surgió el dolor.No pudo detenerlo, lo jaló, lloró, gritó y Tomás no se detuvo, ni siquiera volteó.
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Elvira no podía acordarse de como la miró. Acordarse de su primer beso, era haber descubierto el cielo. Ella pensó en ese momento que su búsqueda había terminado, que por fin había encontrado el hombre de sus besos. Sus encuentros amorosos y cálidos se hacían más constantes y se descubrían uno en el otro. Cada día se hacían más uno. Los días, los meses y los años pasaron. Vivían su romance, el mundo les era ajeno.¿Burbujas de cristal cómo protegerlas del tiempo?
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Los amores son burbujas de cristal, las quiebra el tiempo y el viento se las lleva de un lado a otro, sin importar los sentimientos. Ella quería encontrar cuando empezó el olvido. ¿Cómo pasó? ¿Cómo no pudo darse cuenta cuándo comenzó a sentir frío? Ella se refugió en Tomás, nunca pensó que su amor se desmoronaría, simplemente vivía el presente, su presente era él. Su último beso.Había sido un día igual a los últimos. Él regresó de trabajar muy tarde. Entró a la recámara y se cambió de ropa. Ciertamente Elvira lo noto muy callado. Ella lo miraba desde lejos y se sintió apartada de sus pensamientos. En ese momento pensó si él estaba realmente allí, o era un sueño. Elvira se había quedado dormida leyendo un libro.Tomás ese día no fue a trabajar, sólo el amanecer lo vio cuando tomó camino para el mar.
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Elvira soñó que Tomás le decía que le faltaba algo, que no podía explicarle, pero que su dolor de ausencia lo consumía y que tenía sed de otros besos, que sólo cuando oía al viento, se calmaba, pero al mismo tiempo lo llamaba, así que fue a buscar el encuentro del "viento salado". - Elvira, no te angusties.- Elvira, perdóname.- Elvira, déjame vivirlo.- Elvira, vira tu vida.- Elvira fuiste mi amor más contemplado, fuiste mi luz y calor, ahora necesito el "hechizo" y ése, no puedes ser tú. Ella sintió como después de escuchar tan desgarradoras palabras, él se acercó y la besó, con un beso tenue, no pudo sentir su calor, sólo esos labios fríos del adiós. No pudo decirle nada, sólo trató, trataba de retenerlo a su lado, gritó al verlo como sin voltear, caminaba flotando en el viento....
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Todos dicen que se fue al mar.Todos dicen que Elvira no pudo olvidar y por eso se fue, porque no pudo con los recuerdos. Y cada calle, cada rostro lo nombraba. Así que, un día se fue para reconstruir su vida. Después, muchos años después, se supo o se creyó saber, que Tomás había muerto en el mar, su barco chocó y todos murieron. Todos reconocieron la fecha: septiembre, el día de San Juan. La misma noche que Elvira se desgarró el corazón cuando soñó que Tomás la abandonaba.

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- Tomás, ¿recuerdas nuestro primer beso?
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- Tomás, ¿cómo te atreviste a cambiarme por el viento?
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- Tomás, ¿cómo voy a vivir sin ti y con tantos recuerdos?
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- Tomás, dos más: tu vida y la mía destrozadas por el "hechizo de quererte hacer a la mar", de querer ir al otro encuentro, no al mío, sino al que te dirigió el viento.

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Sus gritos de aquella mañana los oyó todo el pueblo.

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